Qué ciego es el ser humano cuando intenta comprender el mundo a través de sus ojos. La realidad visible, lo material, lo aparente. En Marianela, de Galdós, encontramos la fuerza de un espíritu bondadoso que es pisoteado por una sociedad materialista, incapaz de valorar el alma.
Nela es el símbolo absoluto de la Belleza interior, de lo Humano, del Amor. Su perfección interna no armoniza con su exterior. Su cuerpo chico y débil, su cara pecosa, sus ojos sin gracia,... no se corresponden con su grandeza espiritual y sensitiva. Grandeza que sólo es aprehendida por su amo, Pablo, un joven hermoso y ciego que ve en Nela la Belleza Eterna.
Pero, Galdós quiere ir más allá del romanticismo idílico, de la esperanza idealista que ha nacido en Nela. El realismo, la vida tal cual es, cruel y desigual, emerge destruyendo todos los sueños. Y esta destrucción viene de manos del dios-hombre, el doctor que devuelve la vista a Pablo.
La historia avanza dejando atrás el conflicto moral de la belleza espiritual y material, para mostrarnos una oscura realidad: la pobreza y la miseria de un alma llena de bondad (Nela) frente a la clase pudiente, caprichosa y materialista (Pablo - tras recobrar la visión-).
No, no era posible la unión de Nela, símbolo del Pueblo - en su faceta más idealista- y de Pablo, símbolo de la aristocracia espiritual y sensitiva -cuando no se ha viciado por lo material- y egoísta e inhumana -cuando sí-.
Nela encarna hasta su último aliento la Bondad en estado puro. Ni el desengaño, ni el desgarro del alma, ni la muerte en vida le hacen odiar al prójimo. Ella ama y desea la felicidad de todos, sólo anhela para sí dejar de sufrir, encontrar la paz y la armonía que tantas veces vivió en la Naturaleza junto a su amo. Nela es sueño.
Diotima
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